Los desposeídos

Pedro Ferriz de Con
@PedroFerriz

De la diversidad de etnias que habitaron -antes que nadie- el territorio de lo que hoy se llama México, existe en cada una, la historia de una cadena de imprecisiones, pero también reviste la riqueza multicultural que sumada nos enfrenta ante el lado silencioso de lo que es la sociedad actual. Si bien, 122 millones de mexicanos integramos el cuerpo humano de esta patria, hay puntos nodales que estoy seguro, escapan a nuestro conocimiento… pero más que nada, al entendimiento de lo que representan para la conciencia colectiva nacional.

De la enorme variedad de pueblos precolombinos, tomé uno al azar, por su infinita riqueza y ancestral precedente.

Los otomíes suman unos 650 mil, cifra que se desprende del último censo nacional. (INEGI 2010). Habitan un territorio disperso del centro de México. Este grupo está emparentado lingüísticamente con el resto de los pueblos de habla otomangueana, cuyos antepasados ocuparon el Altiplano desde 4 milenios antes de la era cristiana. Es decir, llevan 6000 años de presencia en estas tierras.
Actualmente, los otomíes predominan desde el norte de Guanajuato al sureste de Tlaxcala. Sin embargo, la mayor parte de ellos se concentra en los estados de Hidalgo, México y Querétaro.
Más de la mitad habla solo el otomí y dentro de sí hay un alto grado de diversificación interna, de modo que los hablantes de una variedad suelen tener dificultades para comprender a quienes hablan otra lengua.

Por esto los nombres con los que los otomíes se llaman a sí mismos son numerosos: ñätho (valle de Toluca), hñähñú (valle del Mezquital), ñäñho (Santiago Mezquititlán en el Sur de Querétaro) y ñ’yühü (Sierra Norte de Puebla, Pahuatlán) son algunos de los gentilicios que los otomíes emplean para llamarse a sí mismos en sus propias lenguas, aunque es frecuente que, cuando hablan en español, empleen el término otomí para distinguirse de los mexicanos. Término -por cierto- de origen náhuatl.
El otomí ve el universo, estructurado en tres entidades que conforman una sola visión de mundo. Primero es necesario hablar de dios, kha, el hacedor del universo, así como de las partes esenciales que lo conforman -puesto que todo está relacionado con Dios-.

Guardan un concepto de cómo creó al universo y sus criaturas, cómo dio origen y corrección al ser humano en su calidad de ser pensante y cómo debe éste actuar al invocar a las fuerzas del mundo para habitarlo.

En el pueblo otomí, todo tiene una explicación espiritual. Es por esa profundidad que los otomíes no se han expresado como un pueblo rebelde.

Al igual que en muchas etnias primitivas, Dios vive en tres elementos: El sol, el rayo y el fuego. En el fondo, unidos bajo un mismo concepto, el otomí es monoteísta y mantienen la esperanza de una vida futura de total armonía y felicidad con el creador.

Así han sido, pensado y vivido por milenios. Así son y permanecen. Entre nosotros sin estar… estando entre nosotros.

Debemos preguntarnos:

¿Qué pensarán si se les pregunta si son mexicanos?

¿Habrá para los otomíes un concepto de Patria?

¿Hay políticas públicas que los tome en cuenta?

¿Se sabe qué será de estos pueblos en 20 años?

¿Conoces a un otomí a quien le hayas regalado tu confianza o interés?

… y lo más importante: ¿Se puede ser México sin conocerse a sí mismo?

Decir otomí no es raro para mí… sé que existen, aunque desconozco cómo viven, vibran y anhelan.

Mientras no sepamos lo que somos, será difícil saber por qué luchamos.

Quiero entender qué es México y tomar en cuenta todas sus piezas. Ignorarlas nos mantendrá extraviados.

¡Saberlas nos dará sentido y fortaleza!

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