A
Charito…
Pedro Ferriz de Con
@PedroFerriz
Hacia el
final de este año, que como todos los términos de un ciclo se piensa en el
perdón, renovación, arrepentimiento y propósitos de enmienda; mi mente y mi
corazón me llevan al territorio de la amistad, porque experimenté la pena de
perder a un entrañable amigo y compañero de 42 años de vida juntos.
Trabajando,
esforzándonos, viviendo experiencias extraordinarias, lugares únicos,
personajes de la historia que fueron parte de un tiempo muy prolongado de
nuestras vidas.
Carlos de
Cárcer luchó conmigo abriendo y cerrando capítulos de nuestro libro común.
Sufrimos el desempleo y la confusión que provoca. Tocamos las mieles del éxito
y también fracasos y abandono. Aprendimos de la adulación y del silencio.
Abundancia
en todo y escasez.
Nunca supe
de una discusión con él. Diferencias, las tuvimos… siempre solucionadas con
respeto, amor y bien común. Vivir con “el Mati”, no era tiempo perdido. Sus
diálogos pasaban a ser irremediablemente, anécdotas coleccionables. Su amor por
la vida fue contagioso. No era partidario de hablar de problemas.
Más bien
basaba su dialéctica en el lado posible de las cosas.
Siempre
tesoneras, determinadas y de claros objetivos.
Aprendí
mucho de Carlos. Rectitud y hombría. Esfuerzo inagotable y pasión por el
detalle. Nobleza de alma y fervor por la familia. Carlos el amigo fiel,
protector incorregible.
En
innumerables viajes, me llevó hasta mi habitación para cerciorarse de mi
descanso. Remataba su supervisión al persignarme. Disponía de mi frío o calor y
bajo su criterio me cubría o destapaba. Era un amigo-padre. Un padre-amigo.
Hubo
momentos clave en nuestras vidas.
Cito uno:
En juventud, nos quedamos en el desamparo. Fui víctima de la censura en mi
México querido y harto decidí que era tiempo de cambiar de giro. Me obsesioné
con poner una “tortería” que pronto fuera cadena. Pensé en “franquiciarla” en
tiempos en los que casi no existía el modelo. Se me hacía novedoso. Pensaba que
haríamos “el negocio de nuestra vida”.
Él por su
parte, insistía en que hiciéramos un programa de noticias en la radio. Sabía
que teníamos todo para hacerlo y me depositaba toda su fe.
Decidimos
jugar una rayuela que marcara el camino. Si ganaba yo, sería el negocio de
alimentos. Si Mati tenía suerte… entonces las noticias.
Lancé mi
moneda y quedó pegada a la pared. No había forma que su tiro fuera mejor. Es
más, le pedí que ya no lo hiciera. Insistió, lanzó la suya al aire y para
nuestra sorpresa, hizo un lance que hasta hoy no lo puedo entender. ¡¡Su moneda
quedó parada sobre la pared, haciendo el único tiro que podría ser mejor que el
mío!!
Nos
quedamos viendo atónitos ante esa señal del cielo. Sin decir más cosa,
empezamos a trabajar en el primer noticiero de radio en la FM. “Para Empezar”
en Stereo Rey, hizo historia.
Nunca está
uno preparado para ver como muere un amigo. Hace justo una semana, reíamos
hasta el extremo que nos dolía la risa. Sostuvimos una plática que fue más bien
comunión de planes futuros. Le hice ver que quería hablar con él del mañana,
cuando una coyuntura de la vida separó nuestro camino de manera momentánea.
Ya no será
posible realizar los planes que tenía para Carlos.
Seguro los
verá desde un no lugar y un no tiempo.
Nada me
hubiera gustado más que emprender con él una nueva hazaña, como forma que toman
los sueños cuando se hacen grandes.
Me quedo
con el sabor de habernos querido tanto. Con su risa ronca y sus ojos miopes. Su
ansiedad, que ante lo incierto la expresaba sobándose a dos manos la nariz. Y
su silencio, cuando resultaba más viable que decir una mala palabra.
No acabaría
de contarles de mi querido Jorge Carlos. Amante de los toros y lo hispano.
Manolete y pasos dobles que marcaron su euforia. Hombre-corazón en una pieza.
Se fue con
él un trozo de mi esencia. Y de la de todo aquel que compartió su vida.
En mala
tarde en la plaza, se extinguió su vida.
“¡Orejas y
rabo y por la puerta grande!”
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