Así piensan…

Pedro Ferriz de Con
@PedroFerriz

Hay un sector de la sociedad que tiene un concepto de la vida, digamos, “existencialista”. Solo interesa el aquí y el ahora, y todo lo que venga como consecuencia por un comportamiento antisocial o ilegal -no importa- si se compara con su realidad y perspectiva futura.

Me contaba mi buen amigo Emilio Alvarez Icaza, Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la OEA, que estuvo en Chiconcuac, Estado de México, donde se organiza un “mercado para pobres” en venta de ropa de todo tipo.

Primero en una comercialización al mayoreo que toma gran parte de los inventarios, que se distribuyen por todo el país, repartida en tianguis a precios muy bajos. Y lo que resta, se comercializa en el lugar, y es ropa comprada por la gente de la región.

Me comentaba que si tenía idea de cuál era la prenda que más se vendía dentro de toda la gama… a lo que le repuse, que suponía que serían los propios tejidos de lana de Chiconcuac, tan característicos.

Me dijo -contundente- “no, para nada… la prenda que más se vende es la imitación de la camisa Polo, con grandes letras en el pecho que dicen LONDON, en color verde, que es la misma que traía puesta Edgar Valdez Villarreal, alias “la Barbie” al momento de su detención aquel 30 de agosto del 2010”.

Los jóvenes sueñan con ser narcos. Vivir una vida de opulencia. Coches, grandes casas. Albercas y jacuzzis. Fiestas, mujeres, armas, poder, billetes, oro, peligros y emociones… a cambio de lo que han padecido sus padres, a los que repudian.

Un trabajo extenuante con jornadas de 14 horas, malos tratos, discriminación, dos mil pesos al mes y un purgatorio de limitaciones, sacrificio e incertidumbre por el presente y más por el futuro.

Entre la vida que idealizan y la que tienen de frente como contundente pesadilla, “los hijos de la miseria”, sueñan con ser narcotraficantes, minimizando los riesgos que esto implica.
Si serán perseguidos, hostigados, arrestados o muertos… ¡Eso no importa! Lo bailado nadie se los quita.

Prefieren gozar, atropellar, delinquir, matar… lo que sea, antes de repetir un camino de frustración, limitaciones y subrayada pobreza.

No hay valores, principios, educación, deber ser, humanismo, convivencia, ética, moral… nada.

Esa zona de la joven sociedad empobrecida de México está infectada de desilusión y quiere vivir feliz; aunque sea poco tiempo, o acabe sus días metida en una prisión de alta seguridad.

Hay otros jóvenes que ven las cosas bajo la mirada de un ángulo diverso. Son hijos de la clase media o de una elite formada en el último medio siglo. Son muchachos que sueñan con estudiar ciencias políticas o administración pública, con la visión de hacerse políticos y luego ricos.

Desean pertenecer a la estructura del gobierno y disponer de presupuesto, recursos infinitos, poder, impunidad. Ahí donde se hacen los grandes negocios a cambio de nada…

Si es que “nada” significa la pobreza de un pueblo avasallado por la corrupción. Se basan en el ejemplo de diputados, luego senadores, luego gobernadores, después respetadísimos hombres, dueños de fortunas mal habidas, olvidadas entre la masa de complicidades de un aparato hecho para robar.

Mensajeros, burócratas, jefes de área, directores, oficiales mayores, subsecretarios… así hasta la cumbre.

No existe una vocación de servicio y menos amor por México. Para esa juventud, los ingredientes son los mismos: No hay valores, principios, educación, deber ser, humanismo, convivencia, ética, moral… nada.

Son visiones desde diferentes ángulos que llevan a la realidad que nos rodea: ambición mal sana y un egoísmo que desarticula a una nación esperanzada en la unión de sus hijos y en la claridad de un destino común de bienestar y orgullo de ser mexicanos.

Claro que es bueno crear riqueza, midiendo parámetros que eviten excesos. Resulta necesario repasar cómo construirla. Educar en el bien, la justicia, el orden, la creatividad, el trabajo y el compromiso con los demás.

A esos jóvenes que ven la vida así. Sólo decirles que estamos en el mundo, no para disfrutar, sino para ser mejores una vez que todo acabe. Trascender no es lo que desean… y esa mala semilla debe ser removida, antes que acabe con toda la cosecha de un pueblo que empieza a olvidar lo que significa la fertilidad.